domingo, diciembre 8, 2024
InicioReflexiones Cristianas¿ Entregarías a tu hijo ?

¿ Entregarías a tu hijo ?

¿Entregarías a tu hijo?

Es la tarde de un viernes típico y estás manejando hacia tu casa. Sintonizas la radio. El noticiero cuenta una historia de poca importancia:

En un pueblito lejano han muerto 3 personas de alguna gripe que nunca antes se había visto. No lo piensas mu­cho. El lunes cuando despiertas, escuchas que ya no son 3, sino 30,000 personas las que han muerto en las colinas remotas de la India.

Gente del control de enfer­medades de EE.UU. ha ido a in­vestigar.

El martes ya es la noticia más importante en la primera plana del periódico, porque no sólo es la India, sino Pakistán, Irán y Afganistán y pronto la noticia sale en todos los noticieros.

Le están llamando “La Influenza Misteriosa” y todos se pregun­tan ¿cómo vamos a controlarla?

Entonces una noticia sorpren­de a todos, Europa cierra sus fronteras, no habrá vuelos a Francia desde la India, ni de nin­gún otro país en el cual se haya visto la enfermedad. Por lo del cierre de fronteras estás viendo las noticias cuando escuchas la traducción de una mujer, en Francia, que dice que hay un hombre en el hospital muriendo de la “Influenza Misteriosa”.

Hay pánico en Europa. La infor­mación dice que cuando tienes el virus, es por una semana y ni cuenta te das. Luego tienes 4 días de síntomas horribles y mue­res.

Inglaterra cierra también sus fronteras, pero es tarde; pasa un día más y el presidente de los EE.UU. cierra las fronteras a Europa y Asia para evitar el con­tagio en el país, hasta que en­cuentren la cura.

Al día siguiente la gente se re­úne en las iglesias a orar por una cura y entra alguien diciendo:

“Prendan la radio” y se oye la no­ticia: 2 mujeres han muerto en Nueva York. En horas, parece que la cosa invade a todo el mundo.

Los científicos siguen trabajando para encontrar el antídoto, pero nada funciona. Y de repente, viene la noticia esperada:

Se ha descifrado el código de ADN del Virus. Se puede hacer el antídoto…

Va a requerirse la sangre de alguien que no haya sido infectado y de hecho en todo el país se corre la voz de que todos vayan al hospital central para que se les practique un examen de sangre.

Vas de voluntario con tu familia, junto a unos vecinos, preguntán­dote qué pasará ¿Será esto el fin del mundo?…

De repente el doc­tor sale gritando un nombre que ha leído en su cuaderno.

El más pequeño de tus hijos está a tu lado, te agarra la chaqueta y dice: ¡Papi, ese es mi nombre!

Antes de que puedas reaccio­nar se están llevando a tu hijo y gritas: ¡Esperen!

Y ellos contestan: “todo está bien, su sangre está limpia, su sangre es pura, creemos que tiene el tipo de sangre correcta”.

Después de 5 largos minutos salen los médicos llorando y riendo. Es la primera vez que has visto a alguien reír en una sema­na.

El doctor de mayor edad se te acerca y dice:

¡Gracias, se­ñor!, la sangre de su hijo es perfecta, está limpia y pura, podemos hacer el antídoto contra esta enfermedad.

La noticia corre por todas partes, la gente está orando y riendo de felicidad. En eso, el doctor se acerca a ti y a tu es­posa y les dice:

“¿Podemos hablar un mo­mento?, es que no sabíamos que el donante sería un niño y nece­sitamos que firmen este formato para darnos el permiso de usar su sangre”.

Cuando estás leyen­do el documento te das cuenta de que no ponen la cantidad que necesitarán y preguntas: ¿Cuánta sangre?

La sonrisa del doctor des­aparece y contesta:

“No pensá­bamos que era un niño. No es­tábamos preparados…” ¡La necesitamos toda!

No lo puedes creer y tratas de contestar:

“Pero, pero…”

El doctor te sigue insistiendo:

“Usted no entiende, estamos ha­blando de la cura para todo el mundo.

Por favor firme, la ne­cesitamos… toda”.

Tú preguntas: “¿Pero no pue­den darle una transfusión?”

Y viene la respuesta: “Si tu­viéramos sangre limpia podría­mos. ¿Firmará? Por favor. ¡Fir­me…;”

En silencio y sin poder sentir los mismos dedos que tie­nen la pluma en la mano lo fir­mas.

Te preguntan: “¿quiere ver a su hijo?”

Caminas hacia esa sala de emergencia donde tu hijo está sentado en la cama diciendo:

“¡Papi!, ¡Mami! … ¿Qué pasa?”

Tomas su mano y le dices:

“Hijo, tu Mami y yo te ama­mos y nunca dejaríamos que te pasara algo que no fuera nece­sario, ¿comprendes eso?”

Y cuando el doctor regresa y te dice:

“Lo siento, necesitamos empezar, gente en todo el mun­do está muriendo…” ¿Te puedes ir? ¿Puedes darle la espalda a tu hijo y dejarlo mientras él te dice:

“Papi, Mami, ¿por qué me están abandonando?”

A la siguiente semana cuando hacen una ceremonia para hon­rar a tu hijo, algunas personas se quedan dormidas en casa, otras no vienen porque prefieren ir de paseo o ver un partido de fút­bol y otras vienen a la ceremo­nia con una sonrisa falsa fingien­do que les importa.

Quisieras pararte y gritar:

“Mi hijo murió por ustedes, ¿qué no les importa?”

Tal vez eso es lo que él quie­re decir:

“Mi hijo murió, ¿qué no sa­ben cuánto los amó?”

¡Porque así amó Dios al mun­do! Hasta dar su Hijo Único, para que quien cree en Él, no muera, sino que tenga vida eter­na. (Juan 3:16)

Padre Nuestro. Viéndolo des­de ese punto de vista se nos rompe el corazón.

Tal vez ahora podamos empezar a comprender qué tan grande es tu amor por nosotros.

¡DIOS los bendiga!

REFLEXIONES CRISTIANAS

Facebook Comments Box
Artículo anterior
Artículo siguiente
ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -

REFLEXIONES CRISTIANAS

¿ Entregarías a tu hijo ?