Papá y mamá tenemos que sacar cuentas
En una ocasión, un joven que tenía todo el apoyo de sus padres concluyó su carrera y se convirtió en un gran profesional.
Sus padres habían gastado una buena fortuna en su educación, y se habían quedado con poco dinero. Solo vivían con lo que su negocio les daba.
Tiempo después empezaron los problemas económicos para aquel matrimonio, la señora se enfermó de gravedad y requería mucho dinero para su atención médica.
El señor estaba desesperado porque no podía reunir esa importante suma ni aun con préstamos.
Estaban a punto de vender su negocio e hipotecar todas sus tierras, cuando de pronto se acordaron de su hijo.
Llamaron al muchacho por teléfono y él acudió de inmediato.
No se preocupen padres míos, les daré un préstamo.
No importa la cantidad, cuando mi mamá sane haremos cuentas. El joven no escatimó su dinero y les hizo un préstamo con una cantidad exorbitante de dinero. La señora fue al mejor hospital y sanó.
El matrimonio, muy contento, abrazó a su hijo dándole las gracias. Pero no fueron los únicos problemas, el matrimonio siguió enfrentando adversidades, pero siempre contaban con el apoyo de su hijo.
Los señores, según pasaba el tiempo, se fueron endeudando más con su hijo, hasta llegar a una cantidad muy difícil de pagar, situación que los preocupaba.
Ya no querían pedir más dinero a su hijo, pero las circunstancias los obligaban. Tiempo después el hijo se casó, y su esposa le pedía que ya no prestara más dinero a sus padres y que les cobrara el que le debía.
El joven accedió y acordó ir con su esposa un determinado día a hablar con sus padres para hacer cuentas sobre su deuda.
Les avisó a sus padres la fecha para ir a visitarlos, esto preocupó más a los señores.
Llegó el día de la visita, el muchacho y su esposa llevaron a sus padres al despacho para hablar largo y tendido.
Papá, mamá, antes que nada buenos días. Tomen asiento, por favor, una calculadora, lápiz y papel. Vamos a hacer cuentas.
Los señores estaban muy tensos y pálidos ante tal crítico momento.
El muchacho empezó a hacer cuentas:
- Gastos médicos que ustedes hicieron hace varios años cuando yo nací._
- Gastos de pañales, leche, ropa, sonaja, etc. hechos por ustedes.
- Dinero para mis recreos.
- Gastos de ropa, manutención y educación.
- Estudios que pagaron desde que estaba en el Jardín de niños, primaria, bachillerato y universidad.
- Gastos médicos cuando me enfermaba.
- Juguetes, dulces, galletas y demás gastos que hacían para sofocar mis berrinches cuando niño.
- Mis domingos, ropa, zapatos, y dinero que me daban para ir al cine con una chica cuando joven.
El muchacho siguió desglosando una lista interminable de beneficios recibidos por sus padres.
Esto molestó demasiado a su esposa, quien intervino con un tono de voz elevado.
¿No se supone que venimos a cobrar el dinero que te deben? ¿Te has vuelto loco?
El muchacho siguió hablando con sus padres con voz más firme y decisiva.
Después de hacer cuentas, papás, pueden quedarse tranquilos, la deuda queda saldada, no me deben ni un sólo centavo, todo lo contrario, yo les quedo debiendo.
Gracias a ustedes soy lo que soy, y ésa es una deuda impagable que tengo con ustedes.
El joven abrazó a sus padres y se despidió de ellos notificándoles que siempre contarán con él, mientras esté en sus posibilidades.
Los señores invirtieron en su hijo y ahora estaban cosechando los frutos. Se convirtió en su ayuda permanente y seguro de vida.
La esposa del muchacho estaba muy enojada, tanto que amenazaba a su marido de ir ella personalmente a cobrar su deuda.
Comprende, amor, a los papás NO les podemos cobrar ninguna deuda porque a fin de cuentas nosotros les debemos más a ellos.
Pero ya eres casado y acuérdate que estamos esperando un hijo. Ése dinero lo vamos a necesitar, además tienes planes para comprar vivienda. ¿no me dijiste ayer que ya no tenemos mucho dinero?
Tranquila amor, Dios proveerá.
Si Dios nos bendice con un hijo es porque sabe que vamos a poder sacarlo adelante, Él es justo y no nos va a dar a alguien si no lo vamos a poder mantener. Dios ama a los niños y no quiere verlos sufrir.
Al ayudar a nuestros padres no estamos haciendo más que devolviendo un poco de lo que ellos hicieron por nosotros.
Puedo ser un mal esposo y un mal padre porque apenas voy iniciando, pero ser un buen hijo no cuesta nada.
Pero dijiste que íbamos a cobrar a tus papás.
Momento, yo jamás dije que iríamos a cobrar, sino a hacer cuentas.
Hijos no olviden devolver de lo que recibieron.
Demasiado hermoso para no compartirlo ¿cierto?
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