El miedo mata más que la muerte misma
En un lejano pueblo, vivía un gran médico conocido por todo el mundo por su abnegada voluntad para ayudar a toda la gente. Ya fuesen ricos o pobres sin mirar su condición social.
Un día estaba el médico en su casa cuando llegó un muchacho reclamando su ayuda.
No le pedía mucho, solo que atendiese a su madre que estaba muy mal por culpa de su último embarazo el cual le estaba arrebatando la vida tanto a ella, como a su hijo no nacido.
El médico escuchó atentamente al muchacho y le comentó que ni bien acabase de atender sus quehaceres para con sus vecinos, acudiría a casa del muchacho para atender a su madre y hermano.
Al cabo de las horas y después de haber visitado a todos sus paisanos, el médico cogió su caballo y se dirigió hacía el pueblo vecino.
Cuál no fue su sorpresa que a la salida del pueblo se encontró de cara a cara con la Peste, vestida con su hábito de muerte.
Al verla se alarmó y con reparo y temor, le preguntó que a cuantos se iba a llevar.
Esta le respondió que a mil doscientos; el médico sopesó la idea de quedarse para atender a sus paisanos..
¿Qué hacer?, sabía a ciencia cierta que no los iba a poder salvar, que su suerte estaba echada. Sin embargo si seguía su camino, podía salvar dos vidas. la de una madre y un bebé, aparte de traer la alegría a una casa a pesar de la pena que la Peste dejaría en otras muchas.
Muy a su pesar siguió su camino en dirección al pueblo vecino pensando que hacía lo mejor.
Llegó, atendió a la madre en el parto y logró salvar la vida de los dos; la madre y el recién nacido. Al salir se cruzó con un conocido de la familia y le preguntó si sabía algo de la peste a la cuál dejó a la entrada de su pueblo.
Este le respondió que sí, que sabía que la peste había matado a mil ochocientos habitantes del poblado del médico.
Él cogió su caballo y lo espoleó para arribar lo antes posible y poder ayudar a sus paisanos. Antes de entrar al pueblo vio salir a la Peste con aire cansino. Se colocó delante de ella y le espetó con rabia, furia y dolor que porque le había mentido ya que, le comentó que solo se iba a llevar a mil doscientos y el saldo final de muertos era de mil ochocientos.
Esta le dijo que no le había engañado, que ella solo mató a mil doscientos: el resto murió por miedo.
Eso le pasa a muchos, Mueren lentamente por miedo.
Miedo a perder lo que tenemos.
Miedo a no conseguirlo que se desea.
Miedo al que dirán. Miedo a los problemas del día a día.
Miedo a lo desconocido.
Miedo al dolor y a las enfermedades etc etc.
Dejemos de tener miedo. Luchemos, el que lucha puede perder, el que no lucha está perdido.
Yo luché, y hoy, ¡HOY SOY FELIZ!
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